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viernes, 23 de agosto de 2013

Inteligencia, fe y sagrada Escritura


El papa Francisco en su primera encíclica “Lumen fidei”, en unas frases dijo: “En la cultura contemporánea” (n 25) “la fe se mira como una luz ilusoria que impide al hombre seguir la audacia del saber”  (n 2).



Tantas veces, en el devenir del tiempo, unas más fuertes que otras, se ha acusado al hombre de fe, es decir que cree en Dios por medio de Jesucristo, de ser supersticioso, de ser ignorante; por eso es que—concluyen—crea en Dios para consolarse de los males de este mundo, etc. y no sepa como resolverlos.La fe (por el contrario) no es un refugio para gente pusilánime (Lumen fidei n. 53). Así, lo cierto es que la fe en Dios hace del hombre más  perspicaz, y viva despierto. (Por poner un ejemplo sencillo del “estar despierto”: el autor alemán Goethe dijo en una ocasión que “el que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día”. Y en esta área—la histórica—el cristianismo tiene memoria más que solo esto dado sus raíces [Rm 9, 4-5] [Teófilo de Antioquía; Ad autolicum, III, 28-29,1].)


La Sagrada Escritura que es, aparte de un libro religioso, un documento histórico atestigua la inteligencia del hombre cuando está inmerso en Dios por su fe. P. e. la genialidad de San Pablo ante quien queda maravillado Festo (miembro judicial del consejo Romano) por su defensa que hace. Así que exclama: “¡Estás loco, Pablo; las muchas letras te hacen perder la cabeza! Pablo contestó: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo cosas verdaderas y sensatas” (Hch 26, 24b-25). Aunque estas “letras”, no se refiere a la simpleza de ellas en su materialidad porque “la letra (sin más) mata mas el Espíritu da vida (2 Cor 3, 6b).



Así, pues, no es válida la acusación de la que somos objetos tantas veces los Cristianos. Y esto porque “la fe (hace) que los ojos se acostumbren a ver en profundidad” (Lumen fidei n 30) porque miran con los ojos de Cristo, que es el Logos (Jn 1, 14), la misma ciencia y sabiduría encarnada; de ahí que la fe sea inteligencia y no ignorancia.