Pastoral Universitaria

La aventura comienza.

Primer Encuentro de Universitarios

Ellos son el grano de mostaza que pronto se convertirán en un árbol frondoso.

Promoviendo la Pastoral Universitaria

El encuentro en San Pedro La Laguna fue una buena experiencia.

Análisis y diálogo

El diálogo y el análisis es importante en el conocimiento, transmisión y defensa de la fe.

¡Vamos a Río!

Nuestra Iglesia es joven. Lo demuestran los millones de jovenes que estarán junto al Papa en Río de Janeiro.

viernes, 29 de junio de 2012

Pedro, primer Papa de la Iglesia

Simón, llamado Pedro, es el Apóstol que Jesus eligió para que fuera la Roca (Cefas) sobre la que Jesús fundaría y edificaría su Iglesia.

A Pedro, el Señor le confìa  toda su potestad sobre toda la Iglesia al entregarle "las llaves del Reino".

Habiendo reparado la triple negación con una sincera profesión de amor, Pedro recibe de Jesús el encargo de pastorar sus ovejas. 

Este es Pedro, la Roca, el hombre al que Cristo confía su Iglesia.  Él fue el primer Papa, el primer pastor de toda la Iglesia. Un digno sucesor suyo es en la actualidad el Papa Benedicto XVI.

El Papa es el obispo de Roma, el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad de la Iglesia.  Es el Vicario de Cristo, cabeza del colegio de los obisos y pastor de toda la Iglesia. (Cfr. Compendio del Catecismo, 182)

Dcno. Marvin Mundo

martes, 26 de junio de 2012

Vocación: ¿Qué quiere Dios de mí?

Vocación: Del lat. vocatio, llamada; y del verbo vocare, llamar.


Dios sigue llamando a cada hombre a una vocación específica, según sus designios de amor. ¿Te has preguntado para qué te llama a tí?


¿Has sido generos@ al responderle?

¡Ánimo! ¡Sé valiente!
D. Marvin Mundo

jueves, 21 de junio de 2012

¿Quiénes fueron los doce Apóstoles?


Uno de los datos más seguros de la vida de Jesús es que constituyó a un grupo de doce discípulos a  los que denominó los “Doce Apóstoles”. Este grupo estaba formado por hombres que Jesús llamó personalmente, que le acompañan en su misión de instaurar el Reino de Dios, que son testigos de sus palabras, de sus obras y de su resurrección.

El grupo de los Doce aparece en los escritos del Nuevo Testamento como un grupo estable o fijo. Sus nombres son “Simón, a quien le dio el nombre de Pedro; Santiago el de Zebedeo y Juan, el hermano de Santiago, a quienes les dio el nombre de Boanerges, es decir, «hijos del trueno»; Andrés y Felipe, y Bartolomé y Mateo, y Tomás y Santiago el de Alfeo, y Tadeo y Simón Cananeo; y Judas Iscariote, el que le entregó” (Mc 3,16-19). En las listas que aparecen en los otros Evangelios y en Hechos de los Apóstoles, apenas hay variaciones. A Tadeo se le llama Judas, pero no es significativo, pues como se ve, hay varias personas que se llaman de la misma manera —Simón, Santiago— y que se distinguen por el patronímico o por un segundo nombre. Se trata pues de Judas Tadeo. Lo significativo es que en el libro de los Hechos no se hable de la labor evangelizadora de muchos de ellos: señal de que se dispersaron muy pronto y de que, a pesar de eso, la tradición de los nombres de quienes eran los Apóstoles estaba muy firmemente asentada.

San Marcos (3,13-15) dice que Jesús: “subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron donde él estaba. Y constituyó a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar con potestad de expulsar demonios”. Señala de esa manera la iniciativa de Jesús y la función del grupo de los Doce: estar con él y ser enviados a predicar con la misma potestad que tiene Jesús. Los otros evangelistas —San Mateo (10,1) y San Lucas (6,12-13)— se expresan en tonos parecidos. A lo largo del evangelio se percibe cómo acompañan a Jesús, participan de su misión y reciben una enseñanza particular. Los evangelistas no esconden que  muchas veces no entienden las palabras del Señor y que le  abandonaron en el momento de la prueba. Pero señalan también la confianza renovada que les otorga Jesucristo.

Es muy significativo que el número de los elegidos sea Doce. Este número remite a las doce tribus de Israel (cfr Mt 19,28; Lc 22,30; etc.), y no a otros números comunes en el tiempo —los miembros del Sanedrin eran 71, los miembros del Consejo en Qumrán 15 ó 16 y los miembros adultos necesarios para el culto en la sinagoga, 10—, por lo que parece claro que se señala de esta manera que Jesús no quiere restaurar el reino de Israel (Hch 1,6) —sobre la base de la tierra, el culto y el pueblo— sino instaurar el Reino de Dios sobre la tierra. A ello apunta también el hecho de que, antes de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, Matías ocupe el lugar que Judas Iscariote y complete el número de los doce (Hch 1,26).

BIBLIOGRAFÍA: J. GNILKA, Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993; A. PUIG, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005; G. SEGALLA, Panoramas del Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella 2004.

Textos elaborados por un equipo de profesores de Teología de la Universidad de Navarra dirigidos por Francisco Varo.

lunes, 18 de junio de 2012

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús

"...uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua." (Jn 19, 34)





El Corazón Sacratísimo de Jesús manifiesta el inmenso amor de Dios a la humanidad

San Juan nos enseña que Dios nos amó primero; en consecuencia, nosotros hemos de corresponder amándolo también. 

Nuestra actitud ante el Corazón de Jesús ha de ser:
1.- De amor, porque Él nos ama.
2.- Y de reparación, por tantas veces que le hemos ofendido.


D. Marvin Mundo

miércoles, 6 de junio de 2012

La Moralidad de los Actos Humanos


Querid@ amig@!
Quizá hayas escuchado el término moral. Pero ¿Qué es la moral? Podemos decir que la moral, es un juicio que califica todos los actos humanos, juzgándolos como buenos o malos. Considero que es necesario que distingamos primero los actos humanos de los actos del hombre. 
Los actos del hombre son aquellos actos en los que no interviene directamente la libertad de la persona, por ejemplo: la digestión, la circulación de la sangre, incluso la respiración y el parpadeo, estos actos mencionados no elegimos si realizarlos o no, simplemente se dan en todo ser humano como necesarios para su sobrevivencia, sin intervención de la libertad. Los actos humanos en cambio son aquellos en los que sí interviene la libertad, estos actos están bajo el libre albedrío de la persona, ella puede elegir/decidir hacerlos o no. Ahora bien, la persona humana ¿tiene libertad? La persona humana es capaz de elegir entre lo que hace y lo que no hace. Su libertad es el que lo hace superior a los animales, porque piensa y razona lo que hace, no simplemente lo hace por instinto. Sin embargo no es dueña absoluta de sí misma, ha sido creada por Dios, su ser y su existencia es un don, un regalo de Dios, puesto que ningún hombre se da la existencia a sí mismo; “somos hechura suya” nos enseña san Pablo en su carta a los Efesios 2, 10. Algo que hay que tener en cuenta es que el hombre es responsable ante Dios de lo que hace, de la forma o manera de cómo emplea su libertad. Cuando el acto realizado libremente se hace conforme al ser mismo de la persona humana, conforme al querer de Dios, siempre es bueno, sin embargo cuando se hace solo para el propio bien egoísta de la persona se encamina hacia el mal.
Cuando las obras de la persona concuerdan con ese orden propio puesto en él por Dios, son obras buenas. El mal moral no es sino una ruptura y una profunda división entre el ser de la persona y sus actos.
Por tanto, Dios que es la Bondad Suprema nos ha creado buenos y nos llama al bien; el mal se da por una errónea decisión de la libertad que puede elegir el mal, aunque no es lo propio de ella.

martes, 5 de junio de 2012

Los documentos, el mayordomo y el desconcierto

Fuente: www.laiglesiaenlaprensa.com


Sabemos mucho sobre hipótesis y conjeturas en torno a las filtraciones de documentos reservados del Vaticano y no sabemos nada del año de la fe, que comienza en octubre y que el Papa considera un paso importante en la renovación de la vida cristiana. Esta paradoja concentra posiblemente parte del desconcierto del momento actual: la Santa Sede es noticia por cuestiones que nada tienen que ver con su “core business”, su cometido esencial; se diría incluso que atrae la atención por asuntos que contradicen su misión.

Motivos de noticiabilidad para fomentar ese desconcierto no faltan. En este caso, el problema no son (solo) los medios de comunicación. Que una persona de confianza, como el ayudante de cámara del Papa, filtre a la prensa documentos privados del mismo Papa es algo insólito (de momento, es un sospechoso, no un condenado). El caso ofrece en bandeja de plata la ocasión para desempolvar viejos estereotipos –nunca desaparecidos- sobre las intrigas y conspiraciones vaticanas que se consumen en la penumbra de “cortili” renacentistas. Solo falta el veneno escondido en el anillo de un inquietante cardenal y versado en la copa de su incauto interlocutor.

Para algunos comentaristas, lo que está detrás es una batalla por el poder en el Vaticano, una guerra de facciones, en la que el objetivo principal sería el Secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. Varios periodistas han destacado por su fantasía y dotes novelescas a la hora de presentar esos enfrentamientos. Es una de esas situaciones en las que se distinguen los que se atienen a la información de los que prefieren la narrativa de ficción. El caso, indudablemente, se presta a la conjetura, pero el periodismo consiste precisamente en distinguir los escenarios verosímiles del “romanzo”.

(Como el tema lo merece, esta vez la entrada es más larga de lo habitual...)

Que los escenarios de batallas cardenalicias correspondan más a la ficción que a la realidad no quiere decir que no existan disparidad de pareceres, expresados incluso con tonos fuertes. Se  acude al Papa, como muestran precisamente algunos de los documentos robados, en su función de pastor supremo.  Hay gente que dibuja el Vaticano como una “monarquía absoluta” y luego se escandaliza cuando descubren que hay discusión y debate, afirma el sustituto de la Secretaría de Estado vaticana, mons. Angelo Becciu, en la entrevista publicada en “L’Osservatore Romano”.

Puede ocurrir que, a veces, trascienda un debate de tonos desabridos. Es lo que ha ocurrido con el caso del presidente del “Istituto per le Opere di Religione” (IOR, la llamada “banca vaticana”), cuya destitución se hizo pública casi en coincidencia con la noticia del arresto del ayudante de cámara del Papa, incrementando la confusión, pues algunos pensaron que eran hechos relacionados. En ese caso, fue el organismo de control, el equivalente al consejo de administración, quien retiró su confianza al presidente del IOR.

El problema fue que el comunicado en el que se anunciaba la decisión estaba escrito en un tono sorprendentemente duro e injusto, si se tiene en cuenta que las motivaciones eran discrepancias técnicas y de estilo de gobierno. Ese tono “poco vaticano” del comunicado –que nunca se ha usado con eclesiásticos, incluso en casos objetivamente graves-, delataba enfrentamientos, criterios divergentes y crispación. Es decir, daba verosimilitud a un clima de batalla.

La situación actual es fruto, por tanto, de causas variadas, entre las que no hay que excluir los errores. Pero no hay razones objetivas para pensar que la Santa Sede atraviese una situación de crisis interna por la moralidad de comportamientos o por otras razones. Es muy probable que aparezcan nuevas sorpresas. El propio Papa, en la audiencia general del 30 de mayo,  dio la clave con la que un fiel cristiano debe afrontar situaciones como esta: “nunca se ha ofuscado en mí la firme certeza de que, a pesar de la debilidad del hombre, de las dificultades y las pruebas, el Espíritu Santo guía la Iglesia y el Señor le ayudará siempre, sosteniéndola en su camino”.  Parece importante que este caso se cierre, una vez clarificado, y que la Santa Sede pueda concentrar todas sus energías en ayudar al Papa en la tarea evangelizadora de la Iglesia.