Pastoral Universitaria

La aventura comienza.

Primer Encuentro de Universitarios

Ellos son el grano de mostaza que pronto se convertirán en un árbol frondoso.

Promoviendo la Pastoral Universitaria

El encuentro en San Pedro La Laguna fue una buena experiencia.

Análisis y diálogo

El diálogo y el análisis es importante en el conocimiento, transmisión y defensa de la fe.

¡Vamos a Río!

Nuestra Iglesia es joven. Lo demuestran los millones de jovenes que estarán junto al Papa en Río de Janeiro.

jueves, 20 de octubre de 2011

La Sinceridad

Estimado amigo y amiga ¿Alguna vez has sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que descubre un engaño o una mentira? Seguramente sí. La incomodidad que provoca el sentirnos defraudados, es una experiencia que nunca deseamos volver al vivir y que nos impide volver a confiar en las personas.


La sinceridad es una virtud que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones. Sin embargo, la sinceridad, como las demás virtudes, no es algo que debamos esperar en los demás, antes bien, ha de ser un valor que debemos vivir para tener amigos y para ser dignos de confianza.

Ser sinceros implica por una parte decir siempre la verdad, algo que parece tan sencillo, pero que a veces es lo que cuesta más trabajo. Por otra parte, la sinceridad también implica actuar conforme a la verdad, manifestándonos tal y como somos en la realidad. Cuando aparentamos lo que no somos, (normalmente es según el propósito que se persiga: trabajo, amistad, negocios, etc.), buscamos mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas costumbres. Ten por seguro que haciendo esto, haces real aquél viejo refrán que dice. “dime de qué presumes... y te diré de qué careces”. 

Ten presente que al ser sinceros aseguramos la amistad, somos honestos con los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas dignas de confianza por la veracidad que hay en nuestra conducta y nuestras palabras. Nunca olvides que la sinceridad va siempre unida a la humildad.


 Para terminar quisiera proponerte algunas ideas. Procura ser sincero siempre, en cualquier lugar y en todo momento: ante tus padres, familiares, amigos, ante la sociedad misma, etc. Pero sobre todo sé sincero en el ámbito universitario (en el cual te desenvuelves). Por ejemplo, siempre que te sometas a un examen, intenta responder a conciencia, evitando totalmente el uso de tus apuntes, libros, los “chivos”, o incluso copiando de la prueba de otro. Si "copias", te engañas a ti mismo y engañas a los demás.


Por: Lester Puac Cochoy.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Qué es la Oración?

Cuando nosotros queremos decirle algo a alguien acudimos a nuestro mejor amigo o amiga. A ellos les confiamos lo más íntimo de  nuestro corazón sabiendo y teniendo la certeza de que no lo utilizarán para hacernos daño.

En nuestra vida cristiana, muy cerca de nosotros está nuestro Padre Dios que quiere escucharnos y espera que nosotros nos acerquemos a Él a contarle nuestros problemas, nuestras penas, nuestras alegrías, nuestras luchas diarias. A este acercarnos a Dios Padre llenos de confianza, podemos llamar con propiedad Oración.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “la oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (CEC 2559). Podemos decir también que la oración es el diálogo constante que un hijo mantiene con Dios su Padre. La oración es una práctica que todo cristiano debe llevar a cabo, pues da vida a nuestro espíritu. Debemos aprender a acostumbrarnos a la oración. Podemos aprendernos algunas oraciones que ya están hechas, pero es importante que aprendamos a platicar cada uno con Dios, a contarle nuestras penas, alegrías, proyectos y esperanzas.

Una característica importante en la oración es la humildad, reconocer que somos hijos que necesitamos de la bondad de nuestro Padre Dios y que debemos acercarnos a él confiados en que nos va a comprender y que nunca nos va a decir un no, si lo pedimos con todo nuestro corazón.

Pregúntate ahora amiga y amigo cuánto tiempo haces oración. Si le rezas a Dios al levantarte y al acostarte; si le agradeces por los alimentos que te regala; si agradeces por tus familiares y amigos. Si lo vienes haciendo, ¡Que maravilla! Sigue adelante; si aún te cuesta o aún no has comenzado, acude confiado a Dios, que él está siempre esperando que sus hijos se acerquen confiados a Él y le abran el corazón con toda confianza.

Nestor C.

viernes, 14 de octubre de 2011

Moral Cristiana

¿Cómo aprender a vivir, cómo debe vivir un hombre?

A primera vista, respondiendo a esta interrogante, es tener afición a las acciones bellas. Es decir, el amor a la belleza, al buen obrar, a la dignidad de la vida humana. Concretando, la moral consiste en el juicio sobre el hacer las cosas correctamente.

Por otro lado, si nos damos cuenta y aprendemos de los acontecimientos de la historia, la cultura almacena y transmite la experiencia de los que han vivido antes que nosotros. Juzgándolos, llegamos a darnos cuenta de lo bueno o lo malo para una vida adecuada del hombre. Por ejemplo: sería terrible que cada ser humano tuviera que descubrir todo él solo -en materia de alimenticia solo podríamos equivocarnos una vez; el primer hongo venenoso nos llevaría a la tumba-.

El amor a la belleza, a la dignidad de la vida, las buenas costumbres…para vivir como debe ser, se concreta en la moral. En el terreno moral quienes han presidido han acumulado un saber sobre lo que al hombre conviene o le perjudica. No obstante, y distinguiendo la concreción, la moral cristina es una moral universal porque tiene como fundamento la antropología, y la pueden vivir todas las personas -en todo el mundo-, aunque a veces los implicados no lo asumen con responsabilidad.

Desde el punto de vista de la moral cristiana, una vida recta empieza de la divinización del hombre por la gracia, que nos convierte en una nueva criatura (Gal 5,5). Esta participación de la vida divina por la gracia -esto no quiere decir que somos dioses- nos ha convertido en hijos de Dios, lo que implica que la vida moral cristiana posea principios y exigencias propias nacidas de la gracia y cognoscibles sólo por la Revelación. Su peculiaridad está en que es una moral revelada. Por ello, no se presenta como fruto de una experiencia humana acumulada, sino como fruto de la enseñanza de Dios al hombre, descubrirle al hombre el modo de vivir autentico.

La ética cristiana supone un estilo de vida muy superior al modelo ético humano más elevado: nos llama a imitar a Cristo, identificarnos con Él. Ya que el fundamento de esta moral cristiana está en la Persona de Jesús y sus enseñanzas.

Sirva esto de aclaración a una equivocada afirmación que hacen algunas personas sobre la moral cristiana, dicen que  “ya está superada, pues es parte del pasado”, como que si se considerara superadas las puestas del sol porque ya hace miles de millones de años que se producen. Por ende, no conviene engañarse ni dejarse llevar por el esnobismo. 
                                                    

 Diego Mendoza  Damián

miércoles, 12 de octubre de 2011

Qué es la libertad y qué no es la libertad


Es de vital importancia conocer el tema de la libertad humana porque es el eje de las acciones libres del hombre, de la cual se deduce la moralidad de los actos del hombre, que marcan y determinan la situación del mundo y el sentido de la vida humana. Necesariamente es importante tener claro qué es la libertad y qué no es la libertad, y no quedarse con la concepción errónea de hacer lo que le da la gana a cada uno.

La libertad es autodeterminación al bien. Es una capacidad propia de los seres inteligentes que eligen empleando su inteligencia y voluntad. La libertad requiere el uso de la inteligencia y de la voluntad. La libertad va unida y necesita de la verdad. Requiere del entendimiento como la facultad que busca la verdad y de la voluntad que busca el bien. El uso de ambas facultades puede determinar dónde está el bien verdadero y escogerlo, es decir, se inclina a buscarlo siempre. Por tanto, la libertad es la capacidad de elegir inteligentemente; es la capacidad de realizar acciones bien pensadas; y la capacidad de elegir el bien previamente conocido. Con mayor razón, la libertad puede aumentar en el sentido de adquirir mayor facilidad de conocer y escoger el bien. Mejorará a base de la realización de buenas elecciones y buenas acciones, pues se crea el hábito de optar por el bien. Esto remite a una  libertad del hombre que se nutre de reglas y de disciplina; al salirse de éstas, se pierde en un libertinaje oscuro  hiriendo su propia personalidad y naturaleza.

Sin embargo, el hombre puede disminuir su libertad a través del concepto pobre y erróneo que tiene de la misma. Muchos dicen “soy libre, puedo hacer lo que me da la gana”; los que tienen esta concepción están equivocados, porque el que sigue sus caprichos no es libre, sino esclavo de sus propias apetencias. Esta definición pretende proponer al hombre como esclavo de las normas, atado por las reglas de comportamientos, etc.; por ende, quiere escaparse de todo esto y sentirse libre. Tal concepto de libertad tiene como consecuencia una naturaleza humana que no define el bien y el mal.

No hay que entender la libertad humana como absoluta, sino limitada. No podemos, por ejemplo, ni volar o ladrar como los perros, pero no por eso somos menos libres.  Además, dentro de nuestras limitaciones podemos dirigir nuestra vida en un sentido u otro. Asimismo, la libertad no es capacidad de elegir el mal. El ser más libre es el que no escoge el mal. Elegir el mal es un error de inteligencia o de voluntad. Manifiesta que hay libertad pero una libertad defectuosa, capaz de equivocarse. La libertad no es la capacidad de equivocarse eligiendo. No se trata de escoger deliberadamente el mal sino el bien.

La cultura contemporánea afirma y exige una libertad absoluta, mediante la cual, el hombre debe realizarse a sí mismo, porque siente el peso de una libertad vacía y quiere llenarla de sus acciones postergadas en un extremo fuera de las normas de la vida. Sin irse a grandes horizontes, muchos mantienen viva la concepción sartriana de libertad. Sartre, gran pensador sobre el hombre, con su equivocada concepción de libertad, afirma una libertad indefinida, negada por Dios, impedido por los mandamientos y las normas de la sociedad. Según él, es necesario liberarse de Dios, de la religión, de los mandamientos y de las normas de la sociedad y regirse por las propias reglas que uno crea en la situación en que se encuentra. Esto deduce que los males del mundo son consecuencias de una libertad creada por el hombre y, sobre todo, de una libertad indefinida, ya que la razón humana siempre es más creativa para rebasar los límites que rige su conducta que para encontrar nuevos caminos para la vida.

En consideración conclusiva, la libertad autentica es la que siempre reconoce y elige el bien, es el que va unido a la Verdad y a las normas. Una falsa libertad es el libertinaje (Ga 5, 13). San Agustín dice: “que Dios te conquiste y ya eres libre”. Nuestro Señor ha venido a darnos la verdadera libertad, la libertad de los hijos de Dios que gozan en la verdad.    


Antonio Manuel Tacaxoy 

martes, 11 de octubre de 2011

I ENCUENTRO DIOCESANO DE UNIVERSITARIOS



- Queremos dar gracias a Dios por otro año de estudios que culminamos.
- Queremos compartir con otros jóvenes universitarios la alegría de ser creyentes.
- Queremos compartir nuestra fe.
- Queremos decirle a todos que es posible ser buenos cristianos en cualquier ambiente del mundo.
¡Te esperamos!


Inscríbete en: universitariosconfe7@gmail.com

lunes, 10 de octubre de 2011

La Palabra de Dios en la Vida del (Joven) Cristiano

El 22 de febrero del año 2006, el Papa Benedicto XVI dirigió un mensaje a los jóvenes de todo el mundo explicando la importancia de la Palabra de Dios, contenida en la Biblia, en la vida de los cristianos, pero en especial, en la vida de los jóvenes del Tercer milenio. Se presenta ahora un extracto de ese mensaje:

“¡Queridos jóvenes! Amad la palabra de Dios y amad y seguid a la Iglesia que ha recibido de su Fundador la misión de indicar a los hombres el camino de la verdadera felicidad. No es fácil reconocer y encontrar la auténtica felicidad en el mundo en que vivimos, en el que el hombre a menudo es rehén de corrientes ideológicas, que lo inducen, a pesar de creerse "libre", a perderse en los errores e ilusiones de ideologías aberrantes. Urge iluminar la oscuridad en la que la humanidad va a ciegas. Jesús ha mostrado cómo puede suceder esto: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8, 31-32). El Verbo encarnado, Palabra de Verdad, nos hace libres y dirige nuestra libertad hacia el bien.

Queridos jóvenes, meditad a menudo la palabra de Dios, y dejad que el Espíritu Santo sea vuestro maestro. Descubriréis entonces que el pensar de Dios no es el de los hombres; seréis llevados a contemplar al Dios verdadero y a leer los acontecimientos de la Historia con sus ojos; gustaréis en plenitud la alegría que nace de la verdad. En el camino de la vida, que no es fácil ni está exento de insidias, podréis encontrar dificultades y sufrimientos y a veces tendréis la tentación de exclamar con el Salmista: "Humillado en exceso estoy" (Sal 118, v. 107). No os olvidéis de añadir junto a Él: Señor "dame la vida conforme a tu palabra... " (Ibíd.). La presencia amorosa de Dios, a través de su Palabra, es antorcha que disipa las tinieblas del miedo e ilumina el camino, también en los momentos más difíciles.

“Es necesario tomar en serio la exhortación de considerar la palabra de Dios como un "arma" indispensable en la lucha espiritual; ésta actúa eficazmente y da fruto si aprendemos a escucharla para obedecerle después. Queridos jóvenes, os exhorto a adquirir intimidad con la Biblia, a tenerla a mano, para que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir. La lectura, el estudio y la meditación de la Palabra tienen que desembocar después en una vida de coherente adhesión a Cristo y a su doctrina. Advierte el apóstol Santiago: "Pero tenéis que poner la Palabra en práctica y no sólo escucharla engañándoos a vosotros mismos. Será bienaventurado quien la lleve a la práctica." (St 1,22-25). Quien escucha la palabra de Dios y se remite siempre a ella pone su propia existencia sobre un sólido fundamento. "Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, - dice Jesús - será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca" (Mt 7,24): no cederá a las inclemencias del tiempo.

Se debe construir la vida sobre Cristo, acogiendo con alegría la palabra y poniendo en práctica la doctrina. Desde ahora, en un clima de incesante escucha de la palabra de Dios, invocad, queridos jóvenes, el Espíritu Santo, Espíritu de fortaleza y de testimonio, para que os haga capaces de proclamar sin temor el Evangelio hasta los confines de la tierra. Que María os enseñe a acoger la palabra de Dios, a conservarla y a meditarla en vuestro corazón (cfr. Lc 2,19) como lo hizo Ella durante toda la vida. Que os aliente a decir vuestro "sí" al Señor, viviendo la "obediencia de la fe". Que os ayude a estar firmes en la fe, constantes en la esperanza, perseverantes en la caridad, siempre dóciles a la palabra de Dios”.

Que hagamos vida las enseñanzas que aquí se nos exponen, solo de esta forma la Palabra de Dios guiará nuestras vidas como una lámpara y nosotros estaremos iluminando el mundo en el que vivimos hacia la vida eterna.

Santos F. Ramos

viernes, 7 de octubre de 2011

LA IGLESIA, ORIGEN Y SIGNIFICADO

No pocas veces nos hemos encontrado, en nuestro ambiente académico, con jóvenes o personas mayores, que ignoran lo que ha significado y significa la Iglesia en el mundo actual. Otros en cambio, sabiendo de su influencia ético-moral en la sociedad, la rechazan aduciendo que no es necesario asistir o participar en alguna Iglesia, pues Dios, que está en todas partes, me escucha y guía en cualquier lugar que yo le implore…”  En efecto, la acción misericordiosa de Dios no es cuestionable desde ninguna perspectiva, sin embargo detengámonos un poco a reflexionar esta postura tan común en nuestros contextos, partiendo de la significación de la palabra Iglesia.

En primer lugar, habrá que fijar la atención a la tradición bíblica sobre el término Iglesia; de esta forma descubrimos que desde el Antiguo Testamento, los judíos tenían cierto vocablo para designar su fe celebrada en común, este era qahal” (cf Judit 6,21), el cual, al ser traducido al griego pasó con el término ekklesía, y de esta etimología resultó el vocablo en español:  Iglesia para designar el pueblo de Dios o asamblea convocada, fundado por el mismo Cristo y encomendado al apóstol Pedro “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” (Mateo 16,18).
Una vez aclarada la etimología del vocablo “Iglesia”, hemos de reflexionar entonces en su significación religiosa y salvífica. En efecto, la fundación de la Iglesia por Cristo, es una respuesta muy certera para el mundo actual, pues si bien, Cristo dejó fundada una ekklesía resulta evidente que su deseo es formar nuevamente el pueblo de Dios, del cual Él,  es el la piedra angular (cf Mt 21,42) y en la cual nos quiere salvar. Por eso, es importante la participación en la Iglesia, y no aislarnos con religiosidades egoístas que limitarían nuestra esencia cristiana: ser Iglesia con y para todos… pues hasta el dicho lo dice "una sola golondrina, no hace verano"
                                                                           Nando Sulugüi

¿Puede un buen cristiano participar en política?

Por su puesto que sí.

Con frecuencia escuchamos a muchas personas decir que no participan en política, porque ésta es sucia.  Atendiendo a la práctica actual, no deja de haber cierto grado de verdad en tal afirmación. Sin embargo, si atendemos a la definición más simple y significativa de política, el arte de buen gobernar, no exageraríamos si decimos que es una labor a la que toda persona, con buenas disposiciones y rectamente formada, debería aspirar. Por su puesto, en primer lugar, el cristiano.

A la luz de la fe, el tema de la política y -desde luego- la participación del cristiano en la misma, no es algo que está simplemente relegado y tenido en poca estima.  El Magisterio de la Iglesia, siempre atento a los “signos de los tiempos”, ha iluminado siempre al respecto y ha estimulado a no dejar de lado la cuestión política.

Ante la pregunta que puede inquietar a muchos cristianos de si pueden participar en actividades de esta naturaleza, la Iglesia con su Doctrina Social ha respondido siempre afirmativamente, dejando grandísima libertad al respecto, siempre y cuando se atiendan diligentemente las grandes directrices de la enseñanza eclesial, sobre todo, en materia moral.

A los laicos corresponde, en primerísimo lugar, ordenar todas las realidades temporales hacia Dios, como medio específico de santificación.  De aquí que tengan responsabilidad primaria en la participación de las diversas actividades de los hombres en el mundo: en la cultura, en la economía, en la política, etc.  “Los fieles cristianos laicos –nos enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia- intervienen directamente en la vida política y social, animando con espíritu cristiano las realidades temporales, y colaborando con todos como auténticos testigos del Evangelio y constructores de la paz y de la justicia.” (n. 519)

El mensaje es inequívoco: Todo buen cristiano, debidamente formado –en la ciencia política y en la Doctrina de la Iglesia-, tiene la grave responsabilidad de intervenir directa o indirectamente en las acciones políticas, siendo consciente que de este modo contribuye a la construcción de una sociedad más justa, según Dios, en orden al bien común.

No obstante, debe advertirse que cada cual participa en nombre propio y no en nombre de la Iglesia.  Ninguna persona tiene derecho a “usar” la Iglesia como medio para “escalar” en política; nadie “representa a la Iglesia” en cuestiones políticas, sino que cada cual actúa en nombre propio y bajo su propia responsabilidad.

Cualquiera que piense que la política es sucia, debe tener en cuenta que precisamente, por esa misma circunstancia, mayor obligación tiene de intervenir, con el fin de contribuir, de algún modo, a refrenar esa podredumbre que corrompe las estructuras de la sociedad.  Si cree que nada vale la pena en las contiendas electorales, ha de cuestionarse él mismo sobre qué hace para contribuir y ponerle freno  -o, al menos, para reducir- el impacto negativo de esa situación.

“Los cristianos –dice el Vaticano II- deben tener conciencia del papel particular y propio que les toca en suerte en la comunidad política, en la que están obligados a dar ejemplo, desarrollando en sí mismos el sentido de responsabilidad y de consagración al bien común…” (GS 75)

Marvin Mundo

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Qué sabemos realmente de Jesús?

"De Jesús de Nazaret tenemos más y mejor información que de la mayoría de los personajes de su tiempo. Disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han transmitido: tradiciones orales y escritas sobre su persona, entre las que destacan los cuatro evangelios, que han sido transmitidas en la realidad de la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy. Esta comunidad es la Iglesia, compuesta por millones de seguidores de Jesús a lo largo de la historia, que le han conocido por los datos que ininterrumpidamente les trasmitieron los primeros discípulos. Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios canónicos, tal como han sido trasmitidos por la Iglesia."

La ciencia histórica y la arqueología han demostrado sucesos narrados en los Evangelios sobre la vida de Jesús y los orígenes del Cristianismo. Por lo cual, estamos seguros que "podemos saber mucho sobre Jesús" (Sanders).

"Sobre esta base mínima en la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar como fidedignos desde el punto de vista histórico los otros datos contenidos en los evangelios. La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente cierto."

"Por último, conviene recordar que lo que sabemos de Jesús es fiable y creíble porque los testigos son dignos de credibilidad y porque la tradición es crítica consigo misma. Además, lo que la tradición nos trasmite resiste el análisis de la crítica histórica."

(Fuente: Textos elaborados por un equipo
de profesores de Teología de la Universidad de Navarra
dirigidos por Francisco Varo)


lunes, 3 de octubre de 2011

¿ES POSIBLE SER BUEN CRISTIANO HOY?

El 04 de octubre celebramos la fiesta de san Francisco de Asís, aquel hombre que recibió un día el llamado del Crucificado para que “reconstruyera su Iglesia”, comprendiendo que eso significaba primero un cambio en su vida que le llevara a entregarse totalmente a Dios y de este modo ser “luz del mundo” renovando su vida para poder renovar la de los demás. A pesar de la contradicción que causó entre los suyos, supo alcanzar la santidad anunciando con su propia vida a Jesucristo.

Celebrar a san Francisco es motivo de alegría pero a la vez motivo para hacer un alto y examinar nuestra propia vida: ¿qué clase de cristianos somos? ¿Qué testimonio espera el mundo de nosotros y qué testimonio estamos dando? En mundo cada vez más secularizado, materialista y consumista, ¿es posible ser buen cristiano? ¿Es posible ser santo?

En su reciente viaje a Alemania, el Papa Benedicto XVI lanzó una invitación bastante comprometedora a los jóvenes: “Tened la osadía de ser santos brillantes, en cuyos ojos y corazones reluzca el amor de Cristo, llevando así luz al mundo”. En medio de tanta incitación al mal, al placer desordenado, a la indiferencia religiosa, se nos propone el reto de ser cristianos de los buenos, comprometidos con nuestro ser eclesial al cien por cientos, en una palabra: santos.

¿Es posible hoy? Sí. Es posible en la medida en que nos comprometamos a ser verdaderos testigos de Jesús en todos los ambientes en los que nos movemos, aunque ese testimonio lleve consigo incomprensiones, burlas, desalientos.  Pero hemos de estar seguros que no estamos solos pues contamos con la ayuda de Dios y los medios que Él ha querido darnos en su Iglesia, contamos con la asistencia de tantos hombres y mujeres de todos los tiempos que han entregado su vida completamente a ser luz del mundo.  Si queremos ser santos lo lograremos. ¡Atrévete!
Cristóbal Guillén